viernes, 21 de mayo de 2010

¡Lloren chicos, lloren!

Ya salió el Revi - póster del Bicentenario con juegos, actividades, artículos y el súper póster de los personajes fundamentales de la historia.


jueves, 13 de mayo de 2010

La argentinidad

Entre nosotros circulan diferentes versiones de lo que es ser argentino. Dependiendo el sector social se han construido distintas definiciones de la argentinidad y lo que ello implica.
Está en nosotros realizar una crítica a estas nociones y construir otra nueva que se le oponga.

Veamos entonces algunas de ellas:

LA ARGENTINIDAD AL PALO
Canción de La Bersuit Vergarabat, video dirigido por Jorge Lanata.



MENSAJE A LOS ARGENTINOS C5N - GONZALES ORO
Este clip fue emitido por la señal de noticias. Ironicamente fue copiado de otro video mexicano.



VIDEO MEXICANO



CLIP DEL HIMNO NACIONAL ARGENTINO - CADENA NACIONAL



PUBLICIDAD DE LA DICTADURA MILITAR


El cumpleaños de la Patria



-General, ¿Qué papel debe jugar cada uno
de nosotros en este proceso?
-Sentirnos argentinos.

Videla a la Revista Gente, 24 de abril de 1976.

Por Historia Vulgar.

Este año no es como cualquier otro, la Argentina –se dice- cumple 200 años. Querámoslo o no, el Bicentenario va a estar presente en todos lados. Todos hablarán sobre la Argentina, los argentinos, qué somos, qué fuimos y hacia dónde vamos.
Sin dudas, Mayo de 1810 y el Centenario van a ser temas a discutir y tratar. Se ocuparán de la cuestión historiadores académicos como mediáticos y no va a ser raro escuchar a más de uno lamentarse por los traicionados ideales de mayo y aquel futuro promisorio malogrado. Como todo aniversario, la reflexión y el balance serán parte fundamental del momento. Llegando al 25 de mayo se planteará que pasó en todo este tiempo y cómo estamos ahora, se buscará responsables de lo sucedido y de lo que está sucediendo. Y cada vez que se hable de todos estos temas se estará definiendo una idea de país y sus habitantes, de un nosotros.
Desde hace tiempo ya gran cantidad de mensajes sobre el Bicentenario tratan de convencernos sobre una pasado, un presente y un futuro que nos homogeniza, nos reconcilia e intenta incorporarnos dócilmente a la Historia Nacional, nos invita a sumarnos sin más a este cumpleaños de la patria y nos ofrece a todos un lugar en el gran festejo de los argentinos. Por esta razón es fundamental que en un momento tan oportuno para emitir y recibir mensajes no nos encuentre afuera, malhumorados frente a lo que vemos y escuchamos, o peor aún, sin nada para decir o hacer. Se abre para nosotros una oportunidad única para intervenir en el espacio público, para interferir discursos y dar una visión distinta del pasado y del presente, una que rescate a los verdaderos protagonistas de nuestra historia, que haga evidente el régimen de explotación en el que vivimos.

Todos somos argentinos: el Gobierno nacional y un modelo de país

Entre todos los sectores, aquel que mayor impulso le ha dado al Bicentenario ha sido sin dudas el gobierno de Cristina Fernández. Todo acto público, toda iniciativa gubernamental se ha transformado en una oportunidad para referirse a él. La inauguración de obras públicas, la apertura de concursos literarios o artísticos, el otorgamiento de becas de estudio, las políticas impulsadas desde el gobierno nacional, todas hacen referencia a los 200 años de la Revolución de mayo. El famoso “Fondo del Bicentenario” es un claro ejemplo de ello.
A los ojos del gobierno nacional, el Bicentenario debe ser un gran festival que encuentre a toda la ciudadanía unida y entusiasmada en la defensa del modelo iniciado en el 2003. Precisamente, uno de los ejes discursivos ha sido la reafirmación de este proyecto a partir de la contraposición con el Centenario. Si la celebración de los primeros 100 años del país fueron caracterizados por el hambre y la represión a los trabajadores, el Bicentenario se opone a aquel por la creación de empleos y la redistribución de la riqueza. Si el festejo del Centenario fue de una reducida elite, hoy el nuevo festejo debe ser el de todos los argentinos. Si el Centenario perteneció exclusivamente a la ciudad capital, este nuevo cumpleaños debe serlo del país federal. Si en el Centenario se admiraba a París como modelo, el Bicentenario reivindicará la pertenencia latinoamericana de la Argentina. En definitiva, si 1910 fue el momento del proyecto oligárquico, del modelo agroexportador y la riqueza concentrada, 2010 es el del proyecto nacional y popular, desarrollista y democrático.
Pero la fruta cae siempre cerca del árbol, y al igual que en el Centenario, el discurso del gobierno es profundamente nacionalizante, en tanto se propone borrar los conflictos entre clases antagónicas pintándolo todo de celeste y blanco. De esta manera, los antiguos sentidos asociados a la “argentinidad” forjados en 1910 (demarcados por una tradición racista y elitista) fueron reactualizados bajo la noción de “diversidad”: las Cataratas del Iguazú, Charly García, el Che Guevara, el tango y el folklore, el futbol, las fábricas y trenes, el campo y la ciudad, el asado y el mate, hijos de europeos e indígenas, ricos y pobres, todo es la Argentina. Este discurso intenta reconciliar al capital y al trabajo, incluyendo a los explotados a la narrativa nacional pero sin alterar las jerarquías sociales. En definitiva, si todos –empresarios, campesinos, comerciantes, trabajadores y empleados- somos un solo país y todos estamos en el mismo barco, deberíamos remar hacia el mismo lado, hacia la construcción de un sistema capitalista maduro e industrializado. Este fue el contenido del “Acuerdo del Bicentenario” (una remake del “Pacto Social” del ´73) impulsado por Cristina al asumir el gobierno en el 2007. Sin embargo, este aspecto del discurso oficial fue perdiendo fuerza cuando la lucha política se polarizó entre el kichnerismo y sus ex socios.

La censura también es PRO: el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

El gobierno de la ciudad ha bautizado como “Punto de encuentro” su proyecto para el Bicentenario, porque también aquí todos estamos invitados al festejo. El discurso del bicentenario porteño esta guiado por el marketing y lo políticamente correcto. De ahí que en clara contraposición a su política de gobierno dirigida a la exclusión y persecución de los pobres (solo basta recordar a la UCEP) el concepto que lo cubre todo acá es el de “inclusión”.
Iniciando el año previo al Bicentenario una campaña de carteles en las calles abonaron este llamado a la unidad, esta vez bajo el lema “200 años. Celebremos nuestros valores”, identificando una serie de valores de “los argentinos” que parecen propios de una encuesta de aceptación pública: compromiso, convivencia, diálogo, igualdad, libertad. Resulta irónico revindicar el dialogo y la convivencia como ideales que provienen de las guerras de independencia, donde se expulsaba, encarcelaba, expropiaba y fusilaba a los enemigos.
La gran apuesta del gobierno PRO para aquel lanzamiento al Bicentenario nos muestra claramente su eje de intervención. Sin muchos discursos, sin muchas palabras previas, se lanzó un recital en la 9 de Julio con músicos de todos los espectros cantando nuevas versiones de las canciones patrias. De esta manera, la inclusión se traduce musicalmente en fusión. Así, marchas militares se convierten en baladas pegadizas, cumbias y tangos, y se pudo ver compartiendo un mismo escenario a artistas de diferentes estilos. Este aggiornamiento que vuelve a los himnos más agradables, esta adaptación a los nuevos tiempos, hace que sigamos cantando de modo más amigable lo mismo de antes, endulzando su significación inicial. El pastiche macrista y la falsa inclusión quedaron groseramente expresados cuando Pablo Lescano cantaba, junto a Kevin Johansen, el himno a Sarmiento: la cumbia villera dejaba su costado de denuncia y reivindica al hombre que no hubiera vacilado en asesinar a sus músicos con sus propias manos. Es como que los judíos le canten un himno a Hitler.
Pero el marketing no lo pudo cubrir todo y acercándonos a mayo del 2010 al gobierno del neofascista Mauricio Macri se le terminó de caer la careta. Tras el breve paso por del apologeta de la dictadura Abel Posse; su sucesor en el Ministerio de Educación, Esteban Bullrich, censuró los materiales del Bicentenario elaborados por los docentes del ministerio. La censura fue justificada por el Ministro alegando la ideologización de los contenidos, precisamente por incluir la acción de los sectores subalternos en la historia nacional.

2080, el Bicentenario del Campo

La Mesa de Enlace también se ha vinculado con el Bicentenario. Si uno de los ejes discursivos de Cristina ha sido la oposición al Centenario, en cambio la entente agropecuaria se ha identificado plenamente con aquel momento histórico. Para las patronales rurales es la generación del ´80 y la celebración de 1910 la expresión del momento de mayor esplendor del país, cuando el modelo agroexportador hacia posible la Argentina potencia, cuando no había freno alguno a los grandes exportadores y a la iniciativa privada, cuando éramos el granero del mundo. Sin embargo, en este recuerdo se omite que aquella fiesta oligárquica estaba teñida de sangre por la represión callejera al movimiento obrero, o que se festejaba la conquista del desierto, ese genocidio brutal contra las poblaciones originarias.
Si para ellos el país perdió el rumbo en el siglo XX al poner en práctica políticas estatizantes y mercado internistas, por suerte hay oportunidades que se repiten. Según los autodenominados ruralistas, para no desperdiciar nuevamente esta oportunidad es necesario que el estado defienda sus intereses como lo hizo a principios de siglo, “en el convencimiento que si al campo le va bien, nos irá bien a todos.”
Como vemos, este discurso identifica claramente a la Argentina y lo argentino con el campo, más precisamente, con las patronales rurales. Como lo dice el lema de la Sociedad Rural Argentina, “cultivar el suelo es servir a la patria”. Para los terratenientes la nación es la mercancía exportable, por eso sus emblemas nacionales son la carne y los cereales. Lo dijo Biolcati (presidente de la SRA) en la inauguración de la exposición rural del año 2009: “Cuando el campo dice patria piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo”.


Ellos se pelean y el mercado los junta: los historiadores mediáticos y los académicos

Los historiadores profesionales (pertenezcan o no a la academia) también tendrán un lugar destacado en el Bicentenario. Entre ellos el más famoso es Felipe Pigna. Con sus programas en la radio y la TV, además de sus libros, desde hace algunos años este profesor de secundario se ha convertido en el referente de la Historia para el público masivo. De amplia difusión entre grandes y chicos, esta versión del pasado posee dos columnas vertebrales: por un lado la desmitificación de la versión tradicional y acartonada de los hechos; y por el otro la construcción de un relato donde hay buenos y malos, donde hay un “ellos” y un “nosotros”. Ellos son el poder, el sistema, los poderosos, los españoles, los corruptos, los políticos, los que siguen pasiones “de bolsillo”. Y nosotros somos el pueblo, los americanos, los que seguimos pasiones “legítimas”. El pueblo incluye esclavos, niños, pobres y algunos dirigentes como Belgrano, San Martin y Moreno. Cada uno desde su lugar pone lo que puede por la patria: las esclavas se ofrecieron cocinar para las tropas y los niños pobres donaban lo que tenían a la par que Belgrano, Matheu y Larrea renunciaban a sus sueldos.
Ahí tenemos a Pigna revisando la historia, desbaratando mitos insignificantes y eligiendo dirigentes. Y ésta es precisamente la cuestión, hay dirigentes que representan al pueblo y otros que representan a los poderosos, entonces como pueblo lo único que nos toca en este cuento es saber elegir bien. Por más que afirme lo contrario, esta versión del pasado no intenta terminar con los próceres de antaño sino salvarlos actualizándolos acorde a los nuevos tiempos que vivimos. Si Saavedra, Alvear y Roca son dados de baja del panteón por impresentables, otros como Moreno, San Martín y Belgrano son redimensionados como héroes nacionales al ser humanizados. Como el bronce ha perdido toda credibilidad, es necesario convertir a los próceres en sujetos de carne y hueso (personas con amantes, rencores y problemas personales); de hecho sus fallas los han vuelto algo todavía más grande, porque a pesar de no ser perfectos lograron aquello que el resto de los mortales no podemos.
En la vereda de enfrente se encuentra un grupo de historiadores académicos que se mueven por los diarios denunciando la falta de rigurosidad de la nueva divulgación, buscando trasladar su autoridad como especialistas fuera de la universidad. Estos doctores e investigadores han publicado libros de divulgación en las grandes editoriales y concedido entrevistas televisivas y radiales pensando que con eso bastaba para destronar a los “mediáticos”, pero a pesar de sus esfuerzos no logran explicarse por qué el público sigue prefiriendo a los Pigna y Lanata, dejándolos de lado.
La falta de perspectiva política (más allá de la defensa corporativa) los ha mostrado sin rumbo ni proyección alguna. En un momento tan importante para la discusión y la polémica como el Bicentenario lo único que han podido hacer es llamar a la reflexión histórica libre de influencias político – partidarias, proponiendo reproducir las discusiones de los especialistas fuera del ámbito universitario. Este grupo de historiadores concibe que su tarea consiste en salir a desasnar al vulgo, a iluminar la complejidad del pasado que los argentinos de a pie parecen ignorar.
A pesar de sus diferencias ambos grupos se encuentran juntos, mano a mano, en la arena del mercado. Sin embargo, el espacio que ha ganado la Historia en los medios masivos de comunicación no se debe a las cualidades de los nuevos historiadores. El relato histórico que otorgaba sentido al pasado desde el ´83 (cuya clave era el desarrollo de un país normal, capitalista y democrático) entró en crisis en el 2001 junto al resto de la sociedad. Como el viejo cuento ya no cerraba, la gente comenzó a preguntarse cada vez más sobre el pasado nacional. Desde entonces, este interés por la historia ha hecho de la nueva divulgación un boom editorial. La creciente rentabilidad comercial de la Historia ha permitido la multiplicación de espacios para su difusión y circulación. Esta expansión se ha sostenido por medio del esfuerzo individual de los autores y en base al interés capitalista de las empresas culturales, quienes en definitiva tienen la última palabra sobre aquello que se difunde o queda guardado en un cajón.

La Historia es un territorio en disputa

El pasado tiene la poderosa capacidad de generar identidades y de definir grupos de pertenencia. La idea que nos hacemos de nosotros mismos y de quienes son nuestros semejantes depende en gran parte de aquello que recortamos del infinito universo de lo sucedido, convirtiendo esta selección en nuestra historia. Los sectores dominantes han procurado que pensemos una y otra vez que nuestro pasado es el de la elite gobernante, que los grandes terratenientes, comerciantes, generales y curas son nuestros padres fundadores.
Sin embargo, nosotros nos resistimos a adoptar como propios los antepasados de nuestros enemigos, a tomar sus intereses como si fueran los nuestros. Intentamos en cambio buscar nuestros propios antecesores entre aquellos que lucharon, resistieron y crearon en su tiempo como nosotros lo intentamos en el nuestro. Esta conexión con sujetos y lugares del pasado lo llamamos proceso de filiación, a través del cual construimos un “ancestro”, un sujeto que forma parte de nuestras características, que ayuda a definirnos.
La filiación no es estática ni permanente sino que cambia según la época. El nombre de esta idea es dispositivo de intelección: un evento presente, una acción masiva que hace crecer en visibilidad la lucha de clases, que nos permite nombrar y renombrar el pasado a partir de su experiencia. Para nuestra generación este evento es el 19 y 20 de diciembre de 2001 y la rebelión que se abrió entonces. Esas prácticas de las cuáles fuimos parte nos pusieron unos nuevos lentes para mirar hacia atrás, ya no podíamos concebir la historia hecha por líderes que conducían a las masas anónimas. A su vez, el 20 de diciembre abrió nuevamente la pregunta acerca de quiénes formaríamos ese sujeto capaz de atacar y superar esta sociedad de injusticia, miseria y desigualdad. Para ayudar a construir ese movimiento popular necesitamos encontrar a nuestros ancestros de lucha y de vida: aquellos que como nosotros trabajaban, luchaban y sufrían este sistema, pero también construían sueños y se alegraban con lo cotidiano del vivir. Pero no los buscamos para imitarlos, sino para liberarnos (a ellos y a nosotros) de la forma en que las clases dominantes gustan decirnos, porque queremos recuperar la manera de decirnos a nosotros mismos.
Pero esta historia no debe partir de cero, existe un marco de referencia que ha calado fuerte en el imaginario popular. La identidad nacional, los símbolos patrios, las fechas significativas del calendario argentino son parte constitutiva de las personas que habitamos este territorio. Sin dudas muchos de éstos son repudiables y deben ser borrados de nuestros usos y costumbres. Pero como vimos con la conmemoración del Bicentenario, en muchos otros casos los sentidos y significados asociados a estos hitos no tienen un sentido único, todo lo contrario, están en disputa permanentemente. A lo largo de la historia, los grupos dominantes nos han robado conceptos, figuras y hechos históricos, vaciándolos de sentido o tergiversándolos, privándonos de ellos o por lo menos haciendo que pierdan efectividad banalizándolos. Es momento de devolver el golpe, ahora somos nosotros los que debemos jugar en su campo, expropiando o destruyendo los hitos y símbolos de los ideólogos del poder. Tenemos que recobrar la palabra, elegir nuevos nombres para viejos hechos, alterar el orden de las explicaciones, buscar otros protagonistas para sucesos conocidos, desterrar mitos y construir nuevos, llenar de sentido insurgente estos últimos 200 años de historia.